¡Hola amigos y amigas, estoy emocionado de estar aquí con todos ustedes hoy! Quiero hablarles sobre algo que es muy importante para mí: la lectura. Leer con tus hijos e hijas es una de las mejores formas de compartir tiempo juntos y ayudarles a desarrollar su imaginación y su amor por los libros. Y qué mejor manera de empezar que con un cuento infantil: «El Quesito Bailarín». Esta historia es divertida, emocionante y llena de aventuras que seguramente encantarán a los niños y niñas. ¡Les aseguro que será una experiencia que nunca olvidarán!
Comenzamos —>
Hace algunos años, en una gran ciudad, en una gran ciudad, vivía un Quesito Bailarín con un talento innato para la danza. Con su gracia y habilidad, cautivaba a todos los que tenían la suerte de presenciar su espectáculo, haciendo que se sintieran felices y maravillados.
En esa temporada, el gran teatro estaba ofreciendo increíbles shows y en esta ocasión, habían elegido al Quesito Bailarín para actuar. A este lugar le decían el Gran Teatro porque solían asistir a los espectáculos, criaturas de gran tamaño, como lagartos terribles, manatíes, rinocerontes y gatas muy elegantes, pero curiosamente siempre había un asistente que nunca faltaba, un ajolotito muy pequeño al cual le encantaba asistir al teatro.
La noche del estreno, todos iban llegando y se acomodaban en sus sillas, que eran de distintos tamaños, unas muy grandes, y otras más pequeñas, y así todos podían estar muy cómodos disfrutando del show. Atrás, en el escenario, el Quesito Bailarín estaba muy nervioso, esto lo hacía sudar porque jamás se había presentado en un teatro tan grande como el de esa noche, y antes de que se abriera el telón, el Quesito seguía sudando nerviosamente.
El público ya estaba listo para el gran show, estaban todos en espera, ya sentados y muy atentos en sus lugares; Los lagartos, los manatíes, los rinocerontes y las gatas copetudas, ¡ah! y no olvidemos al pequeño ajolotito. Habían anunciado ya la tercera llamada, en seguida la segunda llamada, y entonces llegó la primera llamada, era el momento de que el Quesito Bailarín debía salir al escenario. Por fin, se escuchó la música de inicio ♫ Ta-ta-ta-taaaan ♫ se abrió el telón y allí estaba, todo sudoroso el Quesito Bailarín, le temblaban las patitas, pero lo mejor es que nadie se dio cuenta, todos seguían muy atentos en espera del gran espectáculo y las luces hacían que los asistentes solo se enfocaran en él.
Así que Inició su gran baile con música genial; ♫ tun tan tun tin, tun tan tin tan, tun tun tin tun, tu ru-ra. Tun tan tun tin, tun tan tin tan, tun tun tin tin, tu ru ta ran, ♫ bailó por un gran rato, que pareció pasar rápidamente. Y cuando el Quesito terminó tan hermoso espectáculo, se hizo un silencio que en seguida se rompió con grandes aplausos y ovaciones. Todos los asistentes aplaudían, los lagartos con sus terribles garras, los rinocerontes con sus gordos pies, las elegantes gatas con tanta sutileza, los manatíes con sus ruidosas aletas, y por último el pequeño ajolotito. Todos se quedaron muy emocionados y siguieron aplaudiendo hasta que el telón se cerró por completo.
¡Uf! — dijo el Quesito, — ¿Qué pasó?, ¿En serio les gustó tanto?, y yo que estaba tan nervioso — el Quesito bailarín suspiró y sonrió de oreja a oreja, aunque los quesitos no tienen orejas, pero igual se puso muy feliz.
Salió del escenario, se puso su chamarra de piel y tomo el camino para regresar a su casa, porque ya era de noche y sus hijos quesitos lo estaban esperando.
Mientras tanto, de un callejón oscuro, debajo de unas cajas de cartón, saltó un Ratón; ¡Pobre Ratón!, estaba flaco y triste, porque tenía hambre, tanta hambre que hasta le crujían las tripas y se doblaba de dolor.
El pequeño Ratón pensó; Esta noche tengo que comer algo, me duele mucho mi pancita y además me cruje mucho, y en eso otra vez; +Pjrrr-nm+ un sonido fuerte salía de adentro de la panza del Ratón, el hambre hacía que le doliera mucho su pancita, pero aun así salió de entre esas sucias cajas a buscar que comer.
Al mismo tiempo, por las calles oscuras, el Quesito Bailarín caminaba muy contento por el gran espectáculo que había dado, cuando de pronto, escuchó un ruido y volteó para atrás, pero no vió nada, entonces apresuró el paso para llegar más rápido a su casita. Nuevamente, el Quesito escuchó un crujido, como cuando tienes mucha hambre, pero se acordó de que el había comido muy bien y no podía haber sido su panza, así que volvió a voltear para atrás pero siguió sin ver nada. Caminó más a prisa, porque esta vez sintió que alguien lo estaba siguiendo.
El Ratón, que iba persiguiéndolo, se había dado cuenta de que ese Quesito le salvaría la vida y saciaría su hambre, era comida real, y sobre todo muy sabrosa. Ya llevaba más de dos calles siguiendo al Quesito Bailarín, era su única oportunidad de comer algo y dejar de sentir esos dolores de barriga; +Pjrrr-nm+ sonó nuevamente su pancita, así que empezó a perseguir corriendo al Quesito, que en seguida se dió cuenta que estaba en peligro, y comenzó a huir apresurado. Finalmente, el Ratón logró acorralar al Quesito Bailarín en un callejón sin salida, mientras que se acercaba lentamente para poder iniciar a saborear su banquete, pensaba al mismo tiempo, “por fin cenaré algo después de más de 2 días sin comer”.
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El Quesito Bailarín estaba muy asustado y comenzó a sudar mucho nuevamente, pues ya sabemos que sudaba cuando se ponía nervioso, no sabía que hacer, estaba a punto de ser comido por un pequeño ratón.
Mientras que el Ratoncillo olisqueaba su próximo banquete y se frotaba las diminutas manitas, la imaginación del Quesito estaba completamente desértica y no sabía qué hacer, entonces recordó lo bien que había bailado en el gran teatro y como los otros animales aplaudieron tanto ante su espectáculo, y justo antes de que el Ratón se le aventara encima, empezó a bailar como sólo él sabía hacerlo, pero esta vez con más empeño que nunca.
♫ Tun tan tun tin, tun tan tin tan, tun tun tin tun, tu ru-ra. Tun tan tun tin, tun tan tin tan, tun tun tin tin, tu ru ta ran… ♫ — ¡Por favor no me comas, tengo que llegar a casa para alimentar a mis hermosos quesitos indefensos! — dijo el Quesito sudoroso, terminando su actuación.
Para sorpresa del Quesito, el Ratón se quedó pasmado por un momento y después de eso comenzó a gritar: —¡BRAVO, BRAVO! — y con sus pequeñas manitas aplaudía sin parar, resultado de tan hermosa escena. ¡SI QUE SABIA BAILAR ESE QUESITO!
En seguida, el Quesito Bailarín esbozó una breve sonrisa y suspiró aliviado. Por otro lado, el Ratón dijo con su aguda vocecilla: — ¡Que magnífico baile!, ¡Nunca había visto algo similar!, me fascinó tu gran espectáculo y solo por eso, ya no te comeré — .
El Ratón entonces, olvidó el hambre que tenía y le pidió al Quesito ser su amigo, a lo que el Quesito, muy contento, contestó que si y en seguida lo invitó a cenar a su casa con él y sus quesitos. El Ratón muy entusiasmado dijo que sí y partir de ese momento se hicieron los mejores amigos, cenaron todos juntos, y los tiernos quesitos, el Quesito Bailarín y el Ratón vivieron felices para siempre.
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MORALEJA: A veces, la felicidad y el éxito propio no deben ser razón para olvidarse de los demás, ya que siempre hay alguien en alguna parte que necesita nuestra ayuda.
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